martes, 4 de marzo de 2014

CRÍTICA: CAPITÁN PHILLIPS de Paul Greengrass



Capitán Phillips (Captain Phillips, Estados Unidos/2013) / Dirección: Paul Greengrass / Elenco: Tom Hanks, Barkhad Abdi, Barkhad Abdirahman, Michael Chernus y Catherine Keener.





   Un barco es un mundo. Y el Alabama, la nave cargada de contenedores que atraviesa aguas africanas, es una imagen del mismo. Con su capitán y su tripulación. Con su valiosa carga comercial y con su ayuda humanitaria (a veces la caridad se relaciona con la culpa). Con su estructura sólida, con su ruta y con su destino.

   En 1912, el Titanic, un barco que se presumía indestructible, se hundía velozmente después de que un témpano lo hiriera de muerte en un costado. Eran los tiempos de “La Modernidad” y sus promesas a futuro. Que la ciencia, que la razón, que la religión, que el marxismo; todos los relatos empezaron a hundirse esa fría noche en el Atlántico.
Un siglo después, el capitán Richard Phillips (que encarna Tom Hanks) debe llevar su nave comercial a través de rutas peligrosas. Corren tiempos de “Post modernidad”. El futuro ya no se presume al alcance de la mano. Las torres Gemelas se derrumbaron y las certezas y seguridades de occidente tambalearon junto con ellas. El capitán está inquieto en su opaco presente. Por el tiempo que dure la travesía estará a la vera de un mundo desconocido; todas las medidas de seguridad parecen pocas.

   Capitán Phillips es una historia con dos grandes temas centrales que se entrecruzan. El espacio de poder que discuten dos capitanes y, en escala global, el espacio de poder que disputan dos mundos que, de tan separados y diferentes, no parecen habitar el mismo planeta.
   El conflicto aparece cuando unas rudimentarias embarcaciones de piratas somalíes se aproximan al Alabama y, luego de una breve persecución, consiguen abordarlo. El Capitán Phillips negocia con sus secuestradores. Les ofrece el dinero de la caja fuerte y el bote salvavidas del barco para que huyan. Pero cuando dos mundos extraños se aproximan, y se rozan, las consecuencias son imprevisibles ¿Quién está al mando, quién es el capitán?  Los somalíes se llevan a Phillips como rehén y se inicia, entonces, la otra disputa de poder; la mayor. Los EEUU no pueden permitir que un grupo tribal africano se salga con la suya. Y despliega todo su poderío tecnológico para evitarlo. Y aquí, cuando se cruzan los caminos de dos realidades diferentes, es donde aparece, en su verdadera dimensión, la brecha abismal abierta entre culturas.
   Como en toda cinta de rescates, importa la tensión y el despliegue. Greengrass, no obstante, se preocupa por dejar en evidencia las desigualdades que observa entre las partes en conflicto. Si de un lado hay ingenuidad y creencias, del otro hay practicidad, experiencia y método. Es la Edad Media contra el Siglo XXI. Y el tiempo, en referencia a la tecnología y al uso utilitario de la razón, no ha pasado en vano. Los victimarios pasan a condición de víctimas en cuestión de minutos.

   Pero eso no es todo. Porque dentro de la coraza protectora del desarrollo, dentro de la seguridad del barco, sigue y seguirá habiendo seres humanos. Que quedan en estado de shock, como el Capitán Phillips, cuando sus certezas se vienen abajo cual Torres Gemelas.



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