Gente que no es yo (People that are not me), Israel, 2016.
La ópera prima de Hadas Ben Aroya se llevó el Astor de Oro a
Mejor Película en la 31 edición del Festival Internacional de Cine de Mar del
Plata.
La película narra la historia
de Joy, una adolescente de veintitantos que, afectada por el final de un
romance, intenta llenar el vacío a través del sexo, la comida chatarra y la
música que escucha con sus enormes auriculares.
Prisionera de su propia
alienación, sin otra preocupación que su eterno presente, habitante solitaria
de una exclusiva isla privada, va de aquí para allá libre de compromisos e
ideales.
Pero, como bien dice el
título, existe otra gente que no es ella. O, para decirlo de otra manera,
existe gente que no es igual que ella. Es el caso de aquel antiguo novio que le
escapa como si estuviera frente al demonio; es el caso de aquel amante
ocasional que prefiere el amor en la intimidad antes que el sexo casual y
apresurado que ella propone.
Sin necesidad de abundar en
más vicisitudes que las expresadas, la joven directora israelí Hadas Ben Aroya
se revela como una verdadera entendida en economía discursiva dado que por debajo
de la línea de flotación de su sencillo relato bulle todo aquello que la obra
soslaya, lo que evita decir: La ausencia latente, el fuera de campo
efervescente, de la sociedad, la historia y la política.
En los tiempos que corren,
podría decirse, no hay lugar para aquella totalidad que se denominaba “mundo” ya
que de aquel todo sólo quedan los fragmentos dispersos, los desiertos
individuales, las pequeñas islas perdidas. Ese es el mundo en el que transcurre
la película; el actual, el de Joy.
Sin embargo, la alegría (Joy
en inglés) no es sinónimo de felicidad y en una escena final de antología, se
verá a la protagonista aferrándose con pies y manos a un pasado amoroso que,
una vez más, la rechaza.