Kinra, del director Marco Panatonic, ganó el premio Astor Piazzola al Mejor Largometraje en la Competencia Internacional del 38º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA.
Kinra es una
historia de migración, del ámbito rural a la ciudad. Si bien en la película de
Panatonic hay todo un grupo social migrante, el protagonista de la misma es Ignacio, un
joven quechua que debe completar primero unos trámites en la ciudad (su
apellido materno, Huamani, figura mal escrito en la partida de nacimiento) para
entrar luego a la universidad.
Su madre Ignacia,
campesina de altura, es la otra protagonista -en las sombras- de la obra. En ella se
unifican referencialmente todas las madres que conforman la identidad del joven:
la madre tierra (Kinra puede traducirse como tierra natal, terruño, patria), la
Pachamama (espacio ritual) y también la madre como útero simbólico cuyo cordón
umbilical tira reclamando el regreso.
Los extensos
planos de Panatonic, tanto de los serenos montes andinos como del bullicio de
la ciudad, se ajustan, sin mayor novedad, al gusto formal del cine
contemporáneo poniendo a prueba la paciencia del espectador, que no debe esperar el abrazo
generoso -en acciones y reacciones- de la trama.
El derrotero
por Cusco llevará al joven a conocer y experimentar nuevas realidades; de
trabajo, de convivencia y de movilidad. Sin embargo, a contramano de otros
migrantes, que llegan a una síntesis en sus formas de vida luego de apostar al
juego dialéctico entre la vida serrana y la vida de ciudad, Ignacio siente la
necesidad de escuchar de nuevo las voces de su tierra y un buen día emprende el
regreso. Su viaje vital no es hacia el futuro sino hacia el pasado: junto a la
tumba de su madre muerta quedará tirado su carnet de estudiante.
