Transcripción de la nota:
EL ARTEMULTIPLEX DE BELGRANO
La
palabra cine parece designar, hoy por hoy, casi exclusivamente al cine
americano. Aquel que lidera todas las carteleras, el que reina solitario en las
taquillas, el de los tanques imbatibles.
Sin
embargo el cine, según se sabe, ha ido construyendo su lenguaje a través del
tiempo y formando a un espectador que participa, a veces sin sospecharlo, de
sus códigos y convenciones. Y es el cine americano quien, gracias a su
industria poderosa y al innegable talento de muchos de sus realizadores, ha
tenido una gran incidencia en el desarrollo de esta lógica que lleva a pensar
al cine actual como sinónimo de cine americano.
Nadie
ignora, por supuesto, que existen otras voces y otros ámbitos que no responden
a ese paradigma ni que dichas expresiones tienen dificultades notorias para
acceder al circuito de distribución y que por consiguiente no llegan al público
en general de manera consecuente y constante como para formar, a través de los
años, un espectador distinto al dado.
Y es
allí donde radica el valor cultural de determinadas salas que con mucho tesón y
esfuerzo mantienen viva la posibilidad de ofrecer miradas alternativas y
sostener de ese modo una oferta diferenciada para deleite de un segmento
de público que disfruta de películas del circuito selectivo. Es allí, con la exhibición de un tipo
de cine que no encuentra espacio en los grandes complejos multinacionales ni
tiene manera de sostenerse en un mercado extremadamente competitivo, donde el Artemultiplex de
Belgrano vislumbra su razón de ser, reconoce su sentido y encuentra su lugar en
el mundo.
UN POCO
DE HISTORIA RECIENTE
Con el
fin de siglo, las nuevas tecnologías trajeron consigo grandes cambios en
la forma de ver cine (el VHS primero y el DVD o Internet después) con la
consecuente pérdida de espectadores por parte de las salas tradicionales. La
gran mayoría de ellas debieron adaptarse a los nuevos tiempos o, sin más, a
resignar sus espacios a manos de supermercados, templos o galerías.
Con estas perspectivas, el Gran Savoy, el viejo edificio art
déco de la Avenida Cabildo al 2800, bien podría haber corrido la suerte del
demolido cine Roxy que cuenta Serrat, cuyos fantasmas, desprovistos de
pantalla, deambulaban por los pasillos de una moderna agencia del Banco
Central. Pero esto, felizmente, no ocurrió.
EL ARTEPLEX Y SUS FANTASMAS
En el 2005 el Gran Savoy, o Savoy a secas como se lo conoció
luego, pasó a llamarse Ateplex Belgrano. A través de la iniciativa de Alberto
Kipnis (creador del mítico cine Lorraine, distribuidor de películas, director
artístico del cine Duplex de Caballito y un apasionado por el séptimo arte), se
erigió como un complejo de salas de arte dotado con los últimos adelantos en la
más moderna tecnología que contaba con cinco espacios reacondicionados con
butacas confortables. En esa oportunidad, sus salas con capacidad para mil
cuatrocientos espectadores, en consonancia con el nuevo proyecto, recibieron
los nombres de Bergman, Buñuel, Fellini, Truffaut y Visconti.
El Arteplex, aunque no proyectaría ciclos de revisión sino
que presentaría estrenos, tendría algún punto de contacto con el inolvidable
Lorraine ya que en los programas impresos que se entregaban al espectador, como
en los de aquella sala, figuraban las fichas técnicas y una importante cantidad
de datos acerca de las películas en exhibición. Los títulos europeos y producciones
valiosas de otras latitudes tendrían prioridad, incluidos los de Argentina y
toda América latina.
Pero después de siete años de actividad, en mayo de 2012,
otros fantasmas, ya que no los del Roxy
(Tal vez el emblemático Hsiao-Kang de Tsai Ming-liang, o el tío Boonmme de Apichatpong
Weerasethakul o los de Isabelle Huppert y Sandrine Bonnaire juntas, haciendo de
las suyas), bajaron de la pantalla del Arteplex y fueron a sentarse en sus
butacas vacías. El cine debió cerrar sus puertas por desacuerdos económicos; se
dijo que el elevado alquiler no podía ser pagado con lo que se generaba de
entradas.
Pero en este caso particular la comunidad no estaba
dispuesta a permanecer pasiva y a dejarse arrebatar una de las salas
emblemáticas del circuito cultural porteño. Más de 200 personas, artistas,
personalidades de la cinematografía, asociaciones y vecinos de Núñez y
Belgrano, se reunieron frente a las puertas de las salas para realizar un
abrazo simbólico y manifestar su descontento.
UN FINAL CON BESO
Luego de meses de negociaciones, la familia Feldman,
propietarios de los complejos Monumental y Multiplex, conjuntamente con un
grupo de empresarios de importante trayectoria cinematográfica, se hicieron
cargo de devolverle a este cine todo su antiguo esplendor, ahora bajo la denominación
Artemultiplex de Belgrano.
Para su apertura en Marzo de este año se remodelaron
totalmente sus cinco salas. Dos de ellas fueron digitalizadas y una fue
dispuesta para la proyección en 3D.
La idea de sus autoridades es transformar este nuevo espacio
en un sitio de arte de gran apertura donde, además de su programación exclusiva
y de calidad, se dicten cursos, seminarios y talleres. También se espera darle
continuidad a la realización de charlas con profesionales del medio y ofrecerle
al espectador algún tipo de material exclusivo que acompañe a la proyección de
la película. Trabajar, en definitiva, como si se tratase de un festival cinematográfico
de duración anual.
Y entre
algunos de los títulos notables que han podido verse en las últimas semanas o
los que están en este momento en cartel pueden mencionarse a los siguientes: Tabú del portugués Miguel Gomes, con sus
logradas mezclas de géneros y su honesto recuerdo al cine mudo centrándose en
la obra de F.W. Murnau; La cacería de
Thomas Vinterberg que señala las diferentes perspectivas desde la que se
observa el mundo según del lado de la mira en que se encuentre uno situado; César debe morir de Paolo y Vittorio
Taviani y la delgada línea que separa al actor de su personaje con el Julio
César de Shakespeare como fondo; Antes de
la medianoche de Richard Linklater en la cual Celine y Jesse, ahora marido
y mujer, vuelven a abrir de par en par sus corazones; Bárbara de Christian Petzold y Woody
Allen, el documental de Robert B. Weide.
Se
puede deducir a partir de lo heterogéneo de esta cartelera que todos los
amados fantasmas del cine contemporáneo, aún los más extraños, continuarán reuniéndose
al abrigo de la generosa pantalla del Artemultiplex de Belgrano.
http://www.mibelgrano.com.ar/artemultiplex4.htm
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