Soy Ringo
(Documental/Argentina/2014) / Dirección: José Luis Nacci
Ringo
está en el cine. El fortachón de la voz débil, el boxeador de los pies planos, el
hijo de Doña Dominga, el provocador políticamente incorrecto. El Ringo que varias
veces estuvo a un golpe de ser campeón del mundo. El que tiró a Clay, el que
cantaba Pío-pío. El Ringo de los Conforte, el humorista, la máquina de generar
anécdotas, el asesinado en Reno.
José
Luis Nacci sabe de cine. Sabe muchísimo de cine. Y los que saben, saben que
sabe. Aquellos que desprecian a los críticos los comparan con eunucos; dicen que,
como éstos, ellos saben cómo hacerlo pero no pueden hacerlo. Pues bien, y aún
aceptando esa absurda premisa, Soy Ringo es la prueba de que José Luis Nacci
(que enseña cine, que es un Maestro –con mayúsculas- del análisis
cinematográfico) no tiene vocación de eunuco. Nacci lo hizo. Y lo hizo de
manera magistral.
Confiando
en la imagen (donde lo dicho se subordina al cómo se lo dice) y apoyado en una
sólida estructura, Soy Ringo tiene sabor a clásico.
La
película cuenta la historia, con final trágico, de un tipo que supo inventarse
a sí mismo. Un tipo que sabía perfectamente -y lo decía- que una vez retirado
el banquito del rincón había que arreglárselas solo (un filósofo recuperado
del ostracismo en los sesenta/setenta decía que el hombre era “eyectado al
mundo”. Pero eso Ringo quizás nunca lo supo). El sabía intuitivamente que en el
cuadrilátero, entre las cuerdas, había que pelear. Así en el ring como en la
vida. Sobre todo cuando se viene de abajo. O se va de sur a norte. Hay que
salir a pelearla.
“¿No
soy un cobarde? ¿Viste que no soy un cobarde?”.
Y Soy
Ringo sabe también a cine moderno. Porque Ringo, el personaje, es pura
representación. Y es auto conciente de ello. Nunca sabremos cómo era ese hombre
en realidad, nunca sabremos la verdad. Sólo queda la imagen exterior, un recorte
parcial de su vida, la parte que el mismo quiso que se viera. Porque el tipo
imprimió su propia leyenda. Y José Luis Nacci, con su documental, parece ponerlo
todo en discusión. Deja la pregunta flotando en medio del patio de butacas: Lo
que vemos (en el cine o en el mundo) ¿es la realidad?
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