(Get Out, EE.UU./2017) / Dirección y guión: Jordan Peele / Elenco: Daniel Kaluuya, Allison Williams, Catherine Keener, Bradley Whitford.
En la superficie ¡Huye! cuenta la historia de
un conflicto, terrorífico, siniestro, entre negros y blancos. Sin embargo, en
segundas lecturas, queda claro que bajo la línea de lo evidente subyace,
además, otro juego dialéctico: la controversia entre los de arriba y los de
abajo. John Carpenter tiene quién lo siga.
Chris Washington (Daniel Kaluuya) debe viajar
con su novia Rose Armitage (Allison Williams) a un pueblo del interior de los
Estados Unidos para ser presentado, formalmente, a la familia de la chica. Chris
parte con ciertas prevenciones; todas ellas en referencia al color de su piel:
un negro en medio de una familia de blancos.
Una vez instalados en el pueblo, y tal como
temía Chris, empiezan las incomodidades.
La madre de Rose, entre otras vicisitudes,
hipnotiza a Chris, sin su consentimiento, con el propósito de que éste deje de
fumar.
El invitado pronto se dará cuenta de que ha
sido llevado al pueblo con alguna intención oculta; que ha sido cazado como uno
de los tantos ciervos que pululan, como plaga, por la zona. Los blancos (Rose,
su familia y otros poderosos del pueblo) forman parte de una organización cuya
finalidad es apropiarse de la conciencia de los negros mediante un transplante
de cerebro.
Mientras se prepara la sala de cirugía, Chris,
que había sido reducido mediante la hipnosis, logra escapar del embrollo.
Reacciona con violencia dando cuenta de todos los integrantes de aquella
siniestra familia.
Los Armitage y sus amigos, además de blancos,
son ricos y poderosos. Son los de arriba. En su papel de amos, casi como un
derecho adquirido, disponen de los cuerpos de aquellos a quienes consideran
seres inferiores luego de determinar, motus propio, que en dichos cuerpos existe
una conciencia limitada (anulada, previamente por ellos mismos) que puede ser
sustituida por la propia. Ellos tienen los recursos, y la tecnología, para
llevar adelante el proyecto.
Pero algo puede (y debe, según la visión del
mundo de Peele) salir mal. Para ello es necesario que exista el estado de
sospecha, que haya alguien advertido, un hombre que, llegado el caso, se plante
con firmeza y diga NO. Y Chris, un minuto antes del despojo, con un resto de
conciencia (resguardada a fuerza de taparse los oídos), a pura voluntad, se
levanta y se opone al estado de las cosas.
Luego, la violencia. El protagonista responde
a la violencia embozada del poderoso con la violencia física, rabiosa, de aquel que reconoce su pertenencia al grupo de los que siempre pierden. Y que esta vez ha estado a punto de perderlo TODO. Pero la rebelión no implica animalidad. De otra manera los
malos hubieran ganado, una vez más, aunque tangencialmente, la batalla. Y Chris conserva intacta su
conciencia, lo demuestra ante Rose. Retira las manos de su cuello un segundo
antes de mandarla al otro mundo.
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